Personalmente he estado esperando un
seminario como el de Ricardo Marín hacía mucho tiempo. Por fin ha acudido un
ponente a nosotros defendiendo el poder comunicativo de la imagen en archivos
académicos. Mi propia experiencia ha sido lidiar con las palabras para redactar
mi proyectos de grado en Bellas Artes, porque en la Universidad, teóricamente
artística, valoraban por encima de la obra misma cómo podía yo plasmar mis intenciones
sobre el papel.
Marín nos mostró un ejemplo de Trabajo Final
de Máster ocupado en gran parte con un trabajo fotográfico. Surgió el debate en
clase sobre la efectividad de tales imágenes sin palabras y muchos aún pensaban que el texto debía estar presente.
Somos conscientes cada vez más de la
existencia de varias inteligencias, ¿por qué sigue el marco académico estancado
en defender la legitimidad del trabajo escrito como única posibilidad
expresiva?